En todos los pueblos del mundo ha existido la linda tradición de contar de boca en boca, historias, leyendas o cuentos y en Centroamérica con más razón, ya que, por su especial localización estratégica, es un puente de conexión de muchas de esas culturas.

A veces estas leyendas tenían dosis de humor, de infortunio en el amor, de desobediencia, de castigo o de temor, de temas religiosos, pero siempre aprendíamos porque de ellas se sacaban a menudo una reflexión que nos hacía pensar. Además había detalles del folclore, de las costumbres de tierras lejanas, de objetos, de ritos, de vocabulario y mil detalles más que nos enriquecían. Por eso son importantes.

En esta pequeña compilación he reunido apenas una cuarentena, unas precolombinas y otras criollas. Las cuento como me las contaron a mi y ojalá no se pierda nunca esta bella tradición y que en los espacios públicos, en las escuelas y sobre todo en las casas, se sigan contando esos cuentos maravillosos en los que lo fantástico e imaginativo se une a lo real, donde se unen a personajes sencillos o arrogantes, a soldados malvados, a actos de humildad, violencias, represión o irreverencia, para exponer situaciones y hechos a veces inexplicables, pero que forman parte de este mundo irreal y es que, detrás de cada cuento puede haber una historia verdadera, una enseñanza segura, un acto imaginativo que escapa al conocimiento y reafirma a nuestro ser. También una ilusión y el nexo afectivo de todo contacto familiar y humano.