Este libro es un libro arriesgado. En un momento histórico en el que el «mantra» de la civilización occidental es el «cambio», reivindicar que no cambiemos, que les pidamos a los amigos o a nuestras parejas que no intenten cambiarnos, que nos dejen ser como somos, es más, que nosotros nos aceptemos como somos y que ellos nos acepten tal cual somos, es cuanto menos una postura valiente, cuando no provocadora.
No es que estemos predestinados a ser como somos, es que nuestra genética hace que tengamos unas características biológicas que facilitan que aprendamos unas cosas con mayor facilidad que otras y que adquiramos y consolidemos unos hábitos de comportamiento con mayor comodidad, configurando todo ello lo que llamamos «personalidad».