Nunca, en mis cinco mil cuatrocientos años como el Sr. Sombra pensé que atravesaría un dilema como en el que los hermanos Vona me pusieron. Cada uno a su manera.
Todo iba bien desde que tomé el control de Nocturnal, entrabas a mi despacho con las manos vacías, te ibas de él con lo que venías a buscar; claro, si estabas dispuesto a entregar tu alma a cambio. Estaba totalmente seguro de que el famoso nadador Ricardo Vona quería buscarme para entregarse por completo a su oscuridad. Mientras que su hermana Evangelina se mostraría inmune a mis encantos, volviéndose mi obsesión y real objetivo.
Pero para conseguirla debía quitar del medio a un simple mortal, un costal de huesos que se llevaba toda su atención. Sin mencionar que además tenía que lidiar con los cuestionamientos de dos peces gordos que no me dejaban actuar con libertad y defendían el equilibrio del mundo humano; uno era la Muerte y la otra el Destino.