El autor aplica su ojo crítico y reflexivo para desenmascarar una corriente histórica antidemocrática que está a punto de alcanzar sus últimos objetivos.
El autor analiza la larga marcha del capitalismo neoliberal que ha conducido al mundo a la tiranía de un nuevo y poderoso imperio capaz de extender su dominio a todas las actividades humanas y cuyas fronteras coinciden con los confines de nuestro planeta.
Los centros del poder real se ubican en zonas opacas, bien protegidas de cualquier intento de control democrático. Se ha resucitado la competencia nuclear. Los dividendos de la guerra han reemplazado a los dividendos de la paz prometidos al final de la guerra fría.
Nuevamente asistimos a la loca carrera por poseer armas nucleares, un seguro de supervivencia para los Estados más débiles en un ecosistemapolítico contaminado por fuerzas anónimas y ambiciosas. Ningún tribunal internacional se atreva a juzgar a los responsables de desencadenar guerras de agresión ni a los violadores de los derechos humanos instalados en la cumbre del poder.
Pretenden hacernos creer que restringen las pequeñas libertades para imponer la Libertad con mayúscula; que arrasan ciudades y pueblos para salvarlos de la destrucción de los terroristas; que promueven el despido libre para protegen a lostrabajadores; que torturan para defender los derechos humanos; que asesinan a inocentes para evitar que los maten los malvados#.
El autor aplica su ojo crítico y reflexivo para desenmascarar una corriente histórica antidemocrática que está a punto de alcanzar sus últimos objetivos.
El autor analiza la larga marcha del capitalismo neoliberal que ha conducido al mundo a la tiranía de un nuevo y poderoso imperio capaz de extender su dominio a todas las actividades humanas y cuyas fronteras coinciden con los confines de nuestro planeta.
Los centros del poder real se ubican en zonas opacas, bien protegidas de cualquier intento de control democrático. Se ha resucitado la competencia nuclear. Los dividendos de la guerra han reemplazado a los dividendos de la paz prometidos al final de la guerra fría.
Nuevamente asistimos a la loca carrera por poseer armas nucleares, un seguro de supervivencia para los Estados más débiles en un ecosistemapolítico contaminado por fuerzas anónimas y ambiciosas. Ningún tribunal internacional se atreva a juzgar a los responsables de desencadenar guerras de agresión ni a los violadores de los derechos humanos instalados en la cumbre del poder.
Pretenden hacernos creer que restringen las pequeñas libertades para imponer la Libertad con mayúscula; que arrasan ciudades y pueblos para salvarlos de la destrucción de los terroristas; que promueven el despido libre para protegen a lostrabajadores; que torturan para defender los derechos humanos; que asesinan a inocentes para evitar que los maten los malvados#.