Ethel Krauze y Beatriz Rivas convergen en tres puntos medulares: ambas son mujeres, madres y escritoras. Este es un recorrido intimista para quien pasa la página.
«Ya no quiero que nos despidamos... Me llevaste, finalmente, con tu pluma, a viajar contigo. En las aves de tus palabras salté de mi escritorio hacia desiertos y penumbras tan lejanos de mí que, ahora que regreso a mi ventana de laureles y atardeceres dulces en la alberca de mi casa, me parece que mi paladar ha cobrado la capacidad de percibir nuevos sabores. (EK)
No hay finales perfectos (¿o sí?). Aunque siempre he deseado morirme (espero que dentro de mucho tiempo) con mis facultades en funciones, mi mente lúcida, un aceptable estado de salud y profundamente dormida, acepto que los finales siempre llegan con algo de melancolía. Con una advertencia susurrada: ya no hay más. Ya no habrá nada más. Cinco años escribiéndonos y, de pronto, hay que dejar de hacerlo. (BR)»
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Ethel Krauze y Beatriz Rivas convergen en tres puntos medulares: ambas son mujeres, madres y escritoras. Mediante cartas fechadas y firmadas en distintos puntos del mundo, las dos autoras cavilan entorno a su presente, su pasado, los deseos para el futuro y sus vidas dentro de la ficción. Las dos transitan y conversan gozosamente en sus recuerdos, componiendo recorridos intimistas para quien pasa la página. La escritura se convierte en la columna vertebral de este libro, pero aquí habitan con ecos de sororidad otros temas como la condición de las mujeres en la época actual, los prejuicios, los viajes, la maternidad, la infidelidad, la mentira, la amistad y la culpa.
Ethel Krauze y Beatriz Rivas convergen en tres puntos medulares: ambas son mujeres, madres y escritoras. Este es un recorrido intimista para quien pasa la página.
«Ya no quiero que nos despidamos... Me llevaste, finalmente, con tu pluma, a viajar contigo. En las aves de tus palabras salté de mi escritorio hacia desiertos y penumbras tan lejanos de mí que, ahora que regreso a mi ventana de laureles y atardeceres dulces en la alberca de mi casa, me parece que mi paladar ha cobrado la capacidad de percibir nuevos sabores. (EK)
No hay finales perfectos (¿o sí?). Aunque siempre he deseado morirme (espero que dentro de mucho tiempo) con mis facultades en funciones, mi mente lúcida, un aceptable estado de salud y profundamente dormida, acepto que los finales siempre llegan con algo de melancolía. Con una advertencia susurrada: ya no hay más. Ya no habrá nada más. Cinco años escribiéndonos y, de pronto, hay que dejar de hacerlo. (BR)»
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Ethel Krauze y Beatriz Rivas convergen en tres puntos medulares: ambas son mujeres, madres y escritoras. Mediante cartas fechadas y firmadas en distintos puntos del mundo, las dos autoras cavilan entorno a su presente, su pasado, los deseos para el futuro y sus vidas dentro de la ficción. Las dos transitan y conversan gozosamente en sus recuerdos, componiendo recorridos intimistas para quien pasa la página. La escritura se convierte en la columna vertebral de este libro, pero aquí habitan con ecos de sororidad otros temas como la condición de las mujeres en la época actual, los prejuicios, los viajes, la maternidad, la infidelidad, la mentira, la amistad y la culpa.