Prólogo de José Antonio Aguilar Rivera
Pablo Majluf ofrece una explicación severa y lúcida sobre la macabra naturaleza de los linchamientos: ¿qué lleva a las personas al enardecimiento y al castigo tumultuario?, ¿cómo este rechazo colectivo extremo despedaza a la ley al tiempo que eleva a la turbamulta? Aunque México está hundido en una de las épocas más violentas de su historia, el linchamiento no es nuevo, sino una expresión de la descomposición social previa.
El pueblo bueno y sabio advierte que esta llamada justicia por propia mano no es más que un crimen colectivo que ocurre ante la indolencia de las autoridades y la aceptación de la policía; es un acto de barbarie que se da en todo el país, amparado en ocasiones porfalsas acusaciones y justificado de forma absurda, por decir lo menos, como una expresión de los usos y costumbres de los pueblos.
El autor revela que, por increíble que parezca, los linchamientos no están tipificados en la ley; explica por qué esta práctica irracional donde fulgura la violencia más irreflexiva no tiene su origen en la pobreza, y de qué forma son impulsados por la impunidad, la corrupción de la justicia a la mexicana o el hecho de que la sociedad cree cada vez menos en las instituciones. Así, concluye que este castigo, con todo el horror que concentra, está marcado por el desprecio a la presunción de inocencia y el debido proceso y avalado por valores populistas con su aberrante condescendencia, mientras que destaca la trágica ausencia de la justicia y la autoridad.
Prólogo de José Antonio Aguilar Rivera
Pablo Majluf ofrece una explicación severa y lúcida sobre la macabra naturaleza de los linchamientos: ¿qué lleva a las personas al enardecimiento y al castigo tumultuario?, ¿cómo este rechazo colectivo extremo despedaza a la ley al tiempo que eleva a la turbamulta? Aunque México está hundido en una de las épocas más violentas de su historia, el linchamiento no es nuevo, sino una expresión de la descomposición social previa.
El pueblo bueno y sabio advierte que esta llamada justicia por propia mano no es más que un crimen colectivo que ocurre ante la indolencia de las autoridades y la aceptación de la policía; es un acto de barbarie que se da en todo el país, amparado en ocasiones porfalsas acusaciones y justificado de forma absurda, por decir lo menos, como una expresión de los usos y costumbres de los pueblos.
El autor revela que, por increíble que parezca, los linchamientos no están tipificados en la ley; explica por qué esta práctica irracional donde fulgura la violencia más irreflexiva no tiene su origen en la pobreza, y de qué forma son impulsados por la impunidad, la corrupción de la justicia a la mexicana o el hecho de que la sociedad cree cada vez menos en las instituciones. Así, concluye que este castigo, con todo el horror que concentra, está marcado por el desprecio a la presunción de inocencia y el debido proceso y avalado por valores populistas con su aberrante condescendencia, mientras que destaca la trágica ausencia de la justicia y la autoridad.