En Escombros, Fernando Vallejo relata por primera vez la pérdida de David, su compañero de vida, quien empezó a enfermar tras el terremoto de septiembre de 2017 en México y finalmente murió dos meses más tarde. El relato empieza aquel día del temblor, pero transita también por los momentos actuales, en los que su autor se encuentra viviendo en Medellín, en Casablanca la bella, junto a Brusca, su perra y única compañía. Allí presencian los efectos de la peste, la horrible miseria en las calles, la mortandad avasallante, mientras Vallejo recuerda su vida en México junto a sus dos últimas razones para vivir –David y Brusca– y reflexiona con impudicia y ferocidad sobre la vejez, los vecinos indeseables, el pestilente alcalde Quintero, la mendicidad y la pérdida de la memoria, para llevarnos empujados por su mano contundente a la conclusión de que la vida no es sino dolor y muerte, más cuando se ha perdido a aquellos a quienes hemos amado.
En Escombros, Fernando Vallejo relata por primera vez la pérdida de David, su compañero de vida, quien empezó a enfermar tras el terremoto de septiembre de 2017 en México y finalmente murió dos meses más tarde. El relato empieza aquel día del temblor, pero transita también por los momentos actuales, en los que su autor se encuentra viviendo en Medellín, en Casablanca la bella, junto a Brusca, su perra y única compañía. Allí presencian los efectos de la peste, la horrible miseria en las calles, la mortandad avasallante, mientras Vallejo recuerda su vida en México junto a sus dos últimas razones para vivir –David y Brusca– y reflexiona con impudicia y ferocidad sobre la vejez, los vecinos indeseables, el pestilente alcalde Quintero, la mendicidad y la pérdida de la memoria, para llevarnos empujados por su mano contundente a la conclusión de que la vida no es sino dolor y muerte, más cuando se ha perdido a aquellos a quienes hemos amado.